El papa Francisco recordó esta mañana, al recibir en audiencia en el Vaticano a jóvenes empresarios y trabajadores, acompañados por el cardenal prefecto Michael Czerny, participantes en la consulta "La cura es trabajo, el trabajo es cura" del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que "por muchas razones, son muchas las personas que emigran en busca de trabajo, mientras que otras se ven obligadas a hacerlo para huir de sus países de origen, a menudo desgarrados por la violencia y la pobreza".
"Estas personas - subrayó el Pontífice - a menudo son vistas como un problema y una carga para los costos de una nación, debido a prejuicios e información imprecisa o ideológica, cuando en realidad, trabajando, contribuyen al desarrollo económico y social del país que los acoge y del que provienen".
"Sobre esto quiero resaltar la baja natalidad - continuó -.
Estos países ricos no tienen hijos: todos tienen un perrito, un gato, todos, pero no tienen hijos. La baja natalidad es un problema, y la migración ayuda a la crisis que causa la baja natalidad. Este es un problema muy grave".
Según Francisco, "sin embargo, muchos migrantes y trabajadores vulnerables aún no están completamente integrados en la plenitud de sus derechos, son ciudadanos 'de segunda', excluidos del acceso a los servicios de salud, atención médica, asistencia, planes de protección financiera y servicios psicosociales".
Además de enfocarse en la relación entre el trabajo digno y la migración, el Papa destacó cuestiones como las industrias extractivas, recordando que "las exportaciones de algunos recursos naturales con el único fin de satisfacer los mercados del Norte industrializado, no han estado libres de consecuencias graves, como la contaminación por mercurio o dióxido de azufre en las minas".
Por lo tanto, "es fundamental que las condiciones laborales estén vinculadas con los impactos ambientales, prestando mucha atención a los posibles efectos en términos de salud física y mental de las personas involucradas, así como de seguridad".
Respecto al tema de la seguridad alimentaria, Francisco subrayó cómo el Informe global sobre crisis alimentarias, publicado recientemente, ha revelado que, en 2023, más de 280 millones de personas en 59 países y en varios territorios han sufrido niveles elevados de inseguridad alimentaria aguda, que requieren una intervención humanitaria urgente; sin olvidar que en zonas como Gaza y Sudán, devastadas por la guerra, se encuentran el mayor número de personas que enfrentan la hambruna.
En cuanto a la justicia social, el Pontífice resaltó cómo este término no es aceptado "por la economía liberal, por la economía líder". Y de hecho, dijo, "un riesgo al que nos enfrentamos en nuestras sociedades actuales es aceptar pasivamente lo que sucede a nuestro alrededor, con cierta indiferencia o porque no estamos en condiciones de entender problemas a menudo complejos y encontrar respuestas adecuadas".
"Esto significa permitir que crezcan las desigualdades sociales y las injusticias, también en lo que respecta a las relaciones laborales y los derechos fundamentales de los trabajadores. ¡Y eso no está bien!".
Finalmente, sobre el tema del trabajo digno "vinculado a una transición justa", "teniendo en cuenta la interdependencia entre el trabajo y el medio ambiente, se trata de repensar los tipos de trabajo que conviene promover en el cuidado de la casa común, especialmente sobre la base de las fuentes de energía que requieren", concluyó el Papa.
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