Por Michele Esposito
(ANSA) - BRUSELAS, 26 DIC - En el gran frío del Mar Báltico,
uno de los muchos frentes del conflicto entre Occidente y Rusia
se agrava: de hecho, un grave accidente afectó a una conducción
eléctrica y a cuatro cables de telecomunicaciones en las aguas
que rodean Finlandia.
Desde el primer momento, las autoridades de Helsinki
pensaron que se trataba de un sabotaje, otro más en apenas unos
meses.
Las sospechas aumentaron drásticamente cuando, unas horas
más tarde, la Guardia Costera abordó y escoltó hasta tierra
firme un barco con pabellón de las Islas Cook: uno de los muchos
que componen la llamada "flota en la sombra" de Vladimir Putin,
una red de petroleras con propiedades oscuras gracias a los
cuales Moscú eludió durante mucho tiempo las sanciones a las
exportaciones de petróleo crudo.
La primera alarma saltó a última hora de la mañana del día
de Navidad, cuando se cortó el cable eléctrico Estlink 2 que
lleva energía de Finlandia a Estonia.
Menos de 24 horas después, las autoridades detectaron daños
en cuatro cables más, esta vez de telecomunicaciones.
Tres conectan Finlandia con Estonia, el cuarto el país
escandinavo con Alemania.
El accidente no tuvo consecuencias para la población y
Finlandia se comprometió inmediatamente a llevar energía a
Tallin desde otras fuentes.
Las primeras investigaciones no aclararon si los cinco
cables fueron dañados por la misma mano, pero el miércoles por
la tarde la Guardia Costera finlandesa bloqueó el petrolero
Eagle S.
El barco, ahora detenido cerca de la península de
Porkkalaniemi, no tenía anclas y los investigadores suponen que
se trataba precisamente del arma utilizada para el sabotaje.
La hipótesis de que se trataba de un ataque a las
infraestructuras críticas de Europa se convirtió casi en una
certeza en cuestión de horas.
"Reaccionaremos con decisión ante cualquier injerencia",
advirtió el primer ministro finlandés, Petteri Orpo, en una
conferencia de prensa convocada urgentemente.
Poco antes, en una declaración conjunta, la presidenta de
la Comisión, Ursula von der Leyen, y la alta representante de la
UE para Política Exterior, Kaja Kallas, subrayaron su "enérgica
condena" a cualquier ataque a las infraestructuras europeas,
calificando a la flota rusa en la sombra como "una amenaza" y
diciendo que estaban listos para nuevas sanciones.
A la intervención de la Unión Europea siguió la de la
Alianza Atlántica.
En una conversación telefónica con la primera ministra
estonia, Kristen Michal, el secretario general de la OTAN, Mark
Rutte, dijo que estaba dispuesto a "ofrecer más apoyo" en el Mar
Báltico contra cualquier sabotaje.
Las cancillerías europeas consideran, desde hace mucho
tiempo, que el tema es una prioridad.
El mes pasado, dos cables de telecomunicaciones que conectan
Dinamarca y Suecia fueron cortados y las sospechas recayeron
sobre el barco chino Yi Peng 3.
Además, el lunes pasado, Pekín rechazó la solicitud de
investigaciones de los fiscales suecos, al afirmar que el barco
abandonó la zona.
Mientras, el pasado 16 de diciembre, la UE dio luz verde al
decimoquinto paquete de sanciones, que incluye 79 barcos de la
flota en la sombra de Moscú.
Se trata de una flota que, según expertos, puede contar con
400 barcos.
Así, todo vuelve a girar en torno a la energía, objetivo
prioritario de Moscú, y no sólo en territorio ucraniano.
En ese contexto, el contrato que prevé el tránsito de la
energía suministrada por Gazprom a través de Ucrania expirará el
31 de diciembre.
Son tres los países de la UE más afectados: Austria,
Eslovaquia y Hungría.
No es casualidad que los dos últimos sean ahora la cabeza
de puente con el Kremlin en el corazón de Europa. (ANSA).