(ANSA) - CIUDAD DEL VATICANO 24 DIC - En la Iglesia Católica,
el Jubileo es el año de la gran indulgencia, del perdón pleno de
los pecados. Toma su nombre del Jubileo hebreo: más
precisamente, la palabra deriva del hebreo "jobel", que
significa "carnero", en referencia al cuerno de carnero
utilizado en las ceremonias sagradas.
El Jubileo hebreo, descrito en el capítulo 25 del libro del
Levítico del Antiguo Testamento, también conocido como año
sabático, se celebraba cada cincuenta años (es decir, después de
cada siete ciclos de siete años) con una serie de prescripciones
sociales.
Durante el año sabático, se dejaba reposar la tierra,
prohibiendo la siembra y la cosecha, con el objetivo práctico de
fortalecer las cosechas posteriores, y todos podían disfrutar de
los frutos espontáneos.
Además, se liberaba a los esclavos, y las tierras y
propiedades confiscadas que un rico hubiera adquirido regresaban
a sus dueños originales.
El inicio del Jubileo se anunciaba con una serie de ritos
oficiales, entre ellos el sonido del cuerno de carnero.
El Jubileo hebreo, en vigor hasta el siglo I después de
Cristo y que permanece en formas residuales en algunos sectores
ortodoxos del judaísmo contemporáneo, servía a una sociedad
tribal para corregir las desigualdades demasiado marcadas, al
asegurar que no hubiera ricos muy ricos ni pobres muy pobres.
Su principio inspirador era que el hombre no es dueño de los
bienes y riquezas, sino solo administrador, y que debe disponer
de ellos con justicia y en favor de los más débiles.
En la Iglesia católica, el año jubilar es sobre todo el año
de Cristo. En el Nuevo Testamento, Jesús se presenta como aquel
que lleva a cumplimiento el antiguo Jubileo, ya que vino a
"predicar el año de gracia del Señor" (Isaías).
Comúnmente, el Jubileo se llama "Año Santo", no solo porque
comienza, se desarrolla y concluye con solemnes ritos sagrados,
sino también porque está destinado a promover la santidad de
vida.
El Jubileo puede ser "ordinario" si está vinculado a plazos
establecidos, o "extraordinario" si es convocado por algún
acontecimiento de particular importancia, como el Año Santo de
la Misericordia, convocado por el papa Francisco en 2015,
cincuenta años después del final del Concilio Vaticano II.
El Año Santo se convierte, en cualquier caso, en el año de
la indulgencia plenaria solemne otorgada por el Papa,
originalmente (desde el año 1300) cada 50 años, a partir del
nacimiento de Cristo, y luego (desde 1450) cada 25 años, a los
fieles que peregrinen a Roma y realicen prácticas religiosas
específicas.
Ya con la bula con la que el papa Bonifacio VIII instituyó
el primer Jubileo, el 22 de febrero de 1300, se concedía la
indulgencia plenaria a todos aquellos que visitaran treinta
veces, si eran romanos, y quince veces, si eran extranjeros, las
Basílicas de San Pedro y San Pablo Extramuros, durante todo el
año.
Un dato curioso: Dante relata en la Divina Comedia que la
afluencia de peregrinos a Roma fue tal que se hizo necesario
regular la dirección alternada de los peatones en el puente
frente a Castel Sant'Angelo: "que de un lado todos tienen la
frente / hacia el castillo y van a San Pedro, / desde la otra
orilla van hacia el monte". (ANSA).