por Benedetta Bianco
(ANSA) - ROMA 23 NOV - Han pasado 50 años desde que, el 24 de
noviembre de 1974, se descubriera en Etiopía Lucy, que en aquel
momento era el primer ancestro directo del género Homo
encontrado, además del primer representante de la especie
Australopithecus afarensis: los estudios sobre sus huesos, que
datan de hace 3,18 millones de años, nunca han sido
interrumpidos, sin embargo, aún quedan muchos secretos por
contar.
"El descubrimiento de Lucy ha revolucionado completamente el
conocimiento y las perspectivas sobre la evolución humana,
retrasando 1 millón de años el momento en el que se pensaba que
se había originado la familia humana y rompiendo por primera vez
la barrera del tiempo de 3 millones de años", explica a ANSA el
antropólogo Moggi Cecchi, profesor de la Universidad de
Florencia.
Probablemente ningún descubrimiento en el campo de la paleo
antropología haya tenido el mismo impacto que Lucy, que se
presentó a su descubridor, el estadounidense Donald Johanson,
con un esqueleto completo al 40%, una característica
extraordinaria en sí misma.
"Pero creo que aún queda mucho por descubrir - añade el
investigador - ahora disponemos de nuevas técnicas analíticas
que nos permiten examinar el interior de los huesos, como la
microtomografía, y de las que será posible obtener nueva
información".
Si en el momento de su descubrimiento, Lucy recibió el
título de primer ancestro directo del género Homo, con el tiempo
su lugar dentro de la familia humana ha cambiado, también porque
surgieron otras especies de homínidos que habitaron Africa en el
mismo período de tiempo en que vivió Lucía.
"Se trataba de una hipótesis pasajera - comenta Moggi Cecchi
- aunque, en los últimos años, otros restos descubiertos
sugieren que el Homo tiene raíces profundas. Ahora muchos
consideran que el A. afarensis es un ancestro común de los dos
géneros, Homo y Australopithecus". Además de la posición de Lucy
entre los homínidos, cinco décadas de investigaciones han ido
arrojando luz sobre su figura, que en Etiopía también es
conocida con el nombre de 'Dinqinesh', que significa 'eres
maravillosa'.
Empezando por el hecho de que caminaba erguida: su pelvis y
sus rodillas estaban claramente adaptadas para caminar sobre dos
pies, aunque todavía tenía un cerebro bastante pequeño y una
parte superior del cuerpo más parecida a la de un simio, lo que
probablemente le permitía trepar árboles.
El tamaño del fémur también reveló que Lucy medía poco más
de 1 metro de altura y pesaba alrededor de 30 kilogramos,
aproximadamente el tamaño de una niña de 6 o 7 años.
Sin embargo, el hecho de que sus muelas del juicio ya
hubieran hecho erupción demuestra que era una adulta joven
completamente madura en el momento de su muerte. Varios estudios
también indican que sus manos, como las de otros miembros del
género Australopithecus, probablemente eran capaces de fabricar
y manipular herramientas, una indicación más de que esta
capacidad surgió mucho antes que el Homo.
"Esto no es sorprendente", afirma Jacopo Moggi Cecchi: "En
primer lugar, porque la marcha bípeda permitía dejar las manos
libres y, en segundo lugar, porque se han descubierto varias
herramientas de piedra antiguas que datan de hace 3, 3 millones
de años".
Lucy ha entrado ahora en el imaginario colectivo y así lo
demuestra el enorme éxito de la exposición itinerante dedicada a
ella, que duró 6 años: de 2007 a 2013, su esqueleto y los
hallazgos asociados viajaron por los Estados Unidos, antes de
regresar a Etiopía, al Museo Nacional de Addis Abeba.
"El clamor que acompañó a su descubrimiento se debió también
a la gran habilidad de Johanson, el descubridor, a la hora de
dar a conocer el objeto: ya al año siguiente, un fotógrafo de
National Geographic estuvo presente en las excavaciones",
observa Moggi Cecchi. "Esto ha abierto el camino a una forma de
comunicar y transmitir estos descubrimientos al gran público que
- concluye - es igualmente importante". (ANSA).