Por Giuseppe Agliastro
(ANSA) - MOSCU, 18 LUG - La espiral de tensión entre Rusia y
Occidente no cesa y, por ese motivo, existen temores por la
agudización de una nueva carrera armamentista.
Una semana después de que Washington y Berlín anunciaran un
posible despliegue de misiles estadounidenses de medio-largo
alcance en Alemania, Moscú volvió a alzar la voz, clamando que
"no puede descartar ninguna opción" como respuesta, ni siquiera
la de desplegar misiles nucleares.
"No puedo excluir ninguna opción", declaró el número dos de
la diplomacia rusa, Serguéi Riabkov, respondiendo a quienes le
preguntaron si el Kremlin tiene intención de desplegar misiles
nucleares en el caso de que Estados Unidos tuviera que enviar
cohetes de medio-largo alcance a Alemania a partir de 2026.
Las palabras del viceministro de Asuntos Exteriores de
Moscú, citadas por las agencias de noticias rusas, sólo pueden
recordar los difíciles años de la Guerra Fría.
Pero también reflejan las tensiones internacionales
actuales, peligrosamente reavivadas por la invasión de Ucrania
ordenada por Vladimir Putin.
Las tensiones que también se pueden leer en el duelo
político entre Rusia y la Unión Europea, con el Kremlin
rechazando inmediatamente las palabras de Ursula von der Leyen
sobre la construcción de una "verdadera Unión Europea de
Defensa".
Desde Moscú, en efecto, consideran que las declaraciones de
Von der Leyen confirman "la actitud general de los Estados
europeos" hacia la militarización" y "el uso de métodos de
conflicto".
El posible despliegue futuro en Alemania de misiles
estadounidenses Tomahawk y Sm-6, así como de armas hipersónicas,
está en el centro de la atención mundial.
El canciller alemán, Olaf Scholz, afirmó que se trata de
una herramienta de "disuasión" para "garantizar la paz".
Pero el anuncio realizado al margen de la última cumbre de
la OTAN divide a Alemania: entre los políticos alemanes parece
haber logrado consenso, pero también algunas críticas duras,
incluidas las de algunos miembros de la actual coalición
gobernante.
Por su parte, el Kremlin parece haber confiado a Ryabkov la
tarea de abordar la cuestión. Incluso con duras advertencias.
"Debemos calibrar nuestras respuestas sin restricciones
internas desde el punto de vista de qué se puede desplegar,
cuándo y dónde. Es decir, el abanico de opciones es lo más
amplio posible", afirmó el viceministro ruso, que ya había
prometido "una respuesta militar" la semana pasada, según
Interfax.
Pero las palabras más amenazantes son probablemente las
pronunciadas el sábado pasado por el portavoz de Putin: "Tenemos
suficiente capacidad de disuasión en comparación con los misiles
estadounidenses".
"Sin embargo, las víctimas potenciales son las capitales de
los países europeos", tronó Peskov en los últimos días.
Hay muchos observadores que temen una nueva y peligrosa
carrera armamentista.
Sobre todo después de que, hace cinco años, Estados Unidos
y Rusia desperdiciaran el Tratado INF que en 1987 puso fin a la
crisis de los euromisiles y que prohibía los cohetes terrestres
con un alcance de entre 500 y 5.500 kilómetros.
El entonces presidente estadounidense, Donald Trump, fue el
primero en retirarse del acuerdo firmado por Mijaíl Gorbachov y
Ronald Reagan.
La Casa Blanca acusó a Moscú de haber violado el acuerdo
con un cohete capaz de volar 2.500 kilómetros: el Novator 9M729.
En cambio, el Kremlin aseguró que eran los estadounidenses
quienes no estaban respetando el acuerdo con su Escudo
Antimisiles en Europa del Este.
El temor es que las consecuencias se puedan ver años
después. (ANSA).