(ANSA) ROMA - Después de la erupción del Vesuvio del 79 d.C la ciudad de Ercolano fue investida por una nube de cenizas tan caliente que incineró los cuerpos y vitrificó los cerebros de las víctimas a lo largo de su recorrido. Así lo indican los restos de madera carbonizada analizados por un grupo de geólogos dirigido por Guido Giordano de la Universidad Roma Tre y el antropólogo Pier Paolo Petrone de la Universidad Federico II de Nápoles.
Los resultados, publicados en la revista Scientific Reports, permiten no solo tener una reconstrucción más precisa de los eventos térmicos asociados a la histórica erupción, sino que ofrecen importantes sugerencias para mejorar la seguridad de las personas que actualmente viven en la zona roja.
El estudio demuestra que en el 79 d.C una primera nube de cenizas (de breve duración) entró en la ciudad a una temperatura inicial de 500-600 grados y alcanzó la playa a más de 500 grados, causando la muerte instantánea de todas las personas que se habían refugiado en los edificios en la ciudad y en los alrededores del mar.
La interacción entre la nube de cenizas ardiente y el agua de mar provocó el hinchamiento de la nube y la deposición posterior de cenizas enfriadas que rodearon los cuerpos de las personas ya muertas a causa del calor extremo. Los sucesivos flujos piroclásticos, a temperaturas relativamente más bajas, enterraron la ciudad de forma progresiva.
El tiempo de estos eventos habría influido en la transformación en material vidrioso del tejido cerebral de un habitante de Ercolano (descubierto en los ambientes de servicio del Colegio degli Augustas y descrito en 2020 en el New England Journal of Medicine). La extrema brevedad del primer flujo piroclástico habría impedido que el tejido cerebral se vaporizara completamente, mientras que el lapso de tiempo antes del siguiente flujo piroclástico permitió el rápido enfriamiento necesario para la transformación en cristal.
El impacto letal de los flujos piroclásticos diluidos documentado por Ercolano sugiere una mayor consideración del riesgo volcánico asociado a las nubes de cenizas calientes despegadas que, si bien de breve duración, pueden causar graves daños a los edificios y un gran número de víctimas. Con el objetivo de mitigar el riesgo en el Vesubio y en cualquier otro lugar, los autores aconsejan que los edificios en la zona rosa se refuercen para proteger a las personas del impacto térmico de la nube de cenizas en el caso en que una evacuación completa no sea posible.
En una futura erupción, las zonas periféricas menos expuestas a la alta presión dinámica de los flujos podrían ser dañadas por nubes de cenizas despegadas de breve duración, donde la supervivencia depende de la capacidad de los refugios de impedir la infiltración de gas hirviendo y rico en cenizas. Este tipo de intervenciones permitiría a las personas que no tienen la posibilidad de evacuar, sobrevivir y esperar a los servicios de emergencia o alejarse antes de que otros flujos afecten a la zona.
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